lunes, 3 de diciembre de 2007

Gustav Klimt

Durante sesudas cavilaciones me percaté de mi afición por el arte etéreo, difuminado; también noté el gusto que tengo por las diversas representaciones de la figura femenina en la pintura y los niveles de experimentación que puede alcanzar el artista, siendo radicalmente innovador o manteniendo un clasicismo que no caiga en la pérdida de autenticidad.

Y es así como me di cuenta que uno de mis pintores favoritos (y que, por supuesto, reúne las condiciones ya mencionadas) es el austríaco Gustav Klimt. Miembro sumamente destacado del Art Noveau y fundador de la Secesión de Viena, se desenvolvió magistralmente en su trabajo, primordialmente a fines del siglo XIX.

Aunque el movimiento denominado Secesión de Viena no poseía un estilo propio que uniera a sus representantes, se caracterizaba por su autonomía en cuanto estética en relación a otros grupos. Su audacia era de destacar y quien mejor que Klimt para convertirse en iniciador y primer presidente de dicha organización. Viajó por Europa para tomar influencias quizá inconscientemente de artes como el bizantino, en lo que fue una experiencia ecléctica fabulosa. Estas experiencias le sirvieron en demasía para lo que fue su etapa dorada, donde usó el oro como material de sus trabajos, otorgándoles una belleza inusitada.

En sus inicios, pintó muchos paisajes impresionistas, casi abstractos, pero con el pasar del tiempo su obra desembocaría en una temática más personal. La mujer sería el tema principal; retrataría a féminas pertenecientes a la burguesía vienesa, e incluso a prostitutas y amantes ocasionales, pero que en todos sus trabajos dejarían una gran huella.

Antes de alcanzar la fama y el elogio, Klimt se encontraría con numerosos problemas provenientes de las acusaciones que se le hacían de pornográfico o pervertido. Ataques insulsos y propios de una sociedad que no comprende al artista. La mujer en sus pinturas expresan una belleza, como ya dije, etérea, pero a la vez decidida, repleta de fortaleza. Las miradas y los gestos son de gran importancia por su significado y por la estrecha aproximación que logra con el espectador. Su decoración es hermosa y deja entrever mucho de la personalidad del autor.

Pero, aunque suene redundante, es el erotismo el punto más alto en sus obras. Las posturas y las formas distorsionadas pero a la vez sugerentes, nos sitúan en una posición de hombre que se deleita, pero que a la vez es dominado por la maliciosa belleza de la mujer. Esta sensualidad está muy presente en las pinturas y también en sus dibujos, como aquel llamado Mujer sentada.

Sin duda, su obra El Beso es la más apreciada hasta nuestros días y la que más lo representa, pero muchos de sus trabajos fueron destruidos durante la II Guerra Mundial. No obstante, un sinnúmero de sus joyas pictóricas sobreviven para suerte nuestra y algunas de las más interesantes pueden ser apreciadas en el siguiente video o siguiendo el vínculo para descargar una carpeta con lo mejor de su producción. Espero sea de su agrado.



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