miércoles, 3 de octubre de 2007

Luis Hernández, un poeta genial

Hace exactamente 30 años se iba de este mundo uno de los poetas peruanos que más me han impactado. Si ninguna duda está entre mis favoritos, junto a Vallejo, Eguren, Eielson y Watanabe, pero algo que también dejo huella fue su personalidad: tan de artista, de poeta, de hombre. Atormentado, feliz, risueño, sarcástico, cínico y romántico. Todo eso está en su poesía y me influye en demasía en mis intentos de escribir.

Estoy hablando de Luis Hernández, un escritor genial desde todo punto de vista. Y escépticos me dirán que no. Pero no cambiarán mi opinión. Hoy leía en El Comercio, un homenaje que se le rendía: Para destacar hay que hacer exactamente lo contrario, empezando por querer no destacar. (…) había que ser consecuentemente diferente dentro y fuera de la poesía: no casarse, no tener hijos, smells like teen's spirit, no trabajar de nueve a seis ni ser un ciudadano civilmente responsable; suicidarse y suicidarse lejos. Nada más cierto; Hernández es representante del ímpetu del joven, del atrevimiento del poeta, del artista sin caretas.

Y murió en su ley, sin que nada ni nadie lo detenga. Se mató a los 36 años. Se lanzó a los rieles ante el paso de un tren en Argentina. Así de drástico. Así como regalaba sus maravillosos cuadernos, a su esposa, a su amigo escritor o a cualquiera que se le cruzara en el camino. Su obra era expresión de todas las cosas del mundo: efímeras a más no poder. Porque pensó que su trabajo se perdería, que terminaría en cenizas o mojado en un cajón. Pero no; para su mala suerte y nuestra grandiosa dicha, su arte persiste y nos queda como legado para maravillarnos.

Era médico. Y la medicina le importaba un bledo. No era su vida, no era escribir, no era vivir como quería. Su consultorio de Breña era un hoyo de donde tuvo que salir porque no tenía dinero. Y su espíritu rebelde es lo que provoca que tantos jóvenes como yo (y lo digo sin temor) lo admiremos como a un ícono. Como un ejemplo de bravura y transparencia; atributos tan escasos en nuestra actual sociedad. Aquí un ejemplo de lo que fueron sus cuadernos, para que disfruten de un poeta como pocos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

CHAQUE ÂME A SON SECRET

A Luis Hernández, fiel amigo

Qué difícil el sol
Qué difícil
Solo playa inexistente
Que cubre como un manto
La sombra y las lágrimas que no han de volver
Porque la belleza le escapa a lo mundano
Serás feliz sobre una tonelada de esperanza
Luz que no se apaga
Como dos en un kiosko-restaurante de La Herradura
Que no nos trajo más suerte que a Rimbaud o a Cavafis
Pero de la que heredamos el tacto y eternidad del poema
Volvamos a empezar, entonces, Quijote.
Nunca tendrías que haberte ido
Dejando atrás la añil claridad
Castraste la poesía de la vida valiente
Que pocos saben llevar
La rebeldía que como nadie tú conociste
Cabe entonces la enseñanza
viejo-niño
Linus para Betty
Dios ponga cabe también a esta clase de lágrimas
Y a esa burda y grosera muerte
Que no es la soñada maestra
De Saint Saëns o Mozart
Dónde la soñada coherencia Dónde
Y cuando no soñando tu corazón
La plaga volaba sobre tu testa
Otro rumbo tomaban las aves entonces
Dios haga que nos reencontremos un día
Sino en el viento
En la poesía Luchito
Sempiterno Billy the kid

Renzo Rodríguez Toro dijo...

Luis Hernández, paradigma del espíritu libre dentro de una sociedad que se pudre en la monotonía.Un poeta ícono, con un corazón de caballo salvaje, impetuoso, irascible, fuerte y natural...pero efímero; la llama más intensa se consume en un suspiro...esataremos nosotros, ya felizmente condenados?

Juan Carlos Fangacio Arakaki dijo...

Definitivamente. Hernández destacó en ese increíble grupo de poetas que surgieron en el Perú durante el siglo XX. Esta época fue sin duda ideal para el país, que buscaba alejarse de tantos problemas políticos, sociales, econímicos y que mejor que el arte para brindar un momento de regocijo y de deleite ante tremendo caos.
Y Hernández debe representarnos a nosotros los jóvenes, ávidos de cultura más que de intereses o lucro. Más allá de si tomó una buena decisión o no, más allá de si se mató o lo mataron, el poeta supo mantener la independencia que muchos ahora pierden, o venden por unos cuantos centavos. Eso es de admirar.
Saludos.