martes, 11 de septiembre de 2007

Luchiano Pavarotti, el Tenor que no murió

Luchiano Pavarotti, el solo nombre nos transporta a aquel país de ensueño llamado ópera, aquel fantasma transformado en música, un mundo ideal hecho por el hombre, para el deleite del hombre, donde líricos profetas claman las nobles notas libertarias del espíritu. El tenor barbado de entrañable figura y mirada noble de oso azul nos ha dejado huérfanos y náufragos, a la deriva en la terrible tempestad de la existencia, su voz, luminescencia sonora, exquisito bálsamo del alma, padre y guía alguna vez, cambio la luz del faro litoral por la inmortalidad de la estrella luminosa que aun nos guía a buen recaudo.

Luciano Pavarotti ah sido sin duda, uno de los más queridos personajes del siglo XX, y uno de los primeros grandes que en este funesto siglo XXI nos ha abandonado, como lo hicieran Antonioni y Bergman, tan solo para consagrarse en el dorado trono de la inmortalidad. La carrera artística del excelso tenor italiano, es ya bien conocida y de una trayectoria excepcional, habiendo superado incluso al magnifico Enrico Caruso, en las repetidas aperturas de los grandes teatros mundiales, como La Ópera de París, La Scala y Verona. Su primera y más encomiable interpretación, fue en la maravillosa pero igualmente difícil aria de La hija del regimiento, de Donizetti, en donde el insuperable octavo Do de pecho de la casi imposible aria, lo consagro como el excepcional tenor de talla mundial que fue durante más de cincuenta años. Más tarde tras realizar innumerables interpretaciones operísticas, se embarca en el proyecto “Los Tres Tenores” un intento de llevar la opera al pueblo, con sus amigos, los grandiosos Plácido Domingo y José Carreras, de cuya unión surgen temas himnos de cada uno de ellos, como lo fue el aria de Turandot, Nessun Dorma, para Pavarotti, Core 'ngrato para Carreras y la clásica Granada para Plácido. Luciano se retiró entre sentidas nostalgias en el 2004 a causa de afecciones respiratorias y un terrible cáncer nos robaría a un amigo tan querido.

Hubo una época en que los interpretes musicales, los instrumentistas, los cantantes, no tenían forma de morirse. Solo los sobrevivía su fama y su recuerdo, que con el tiempo se iban destiñendo. Ahora los sobrevive el registro de su arte, que podemos gozar para siempre. ¿Cuantas grabaciones habrá hecho Pavarotti, entre discos y videos? Todas siguen vigentes hoy y el sigue vivo en esas grabaciones. Y esa es la vida de Luciano que la gran mayoría ha gozado y que muchos otros gozarán en el futuro. En el siglo XXII, algún estudiante desprevenido contestará en un examen que Pavarotti está vivo y habrán de corregirlo. Tal vez en el futuro algún entusiasta exclamará ¡Grande Luciano! Al escuchar el octavo Do de pecho del tenor en la obra de Donizetti, grabada hace más de siglo y medio, y entonces quedará demostrado que, pese a la funesta noticia, el fallecido Pavarotti, no murió el pasado jueves, ni cosa por el estilo. Porque morirse, amigos, es otra cosa.

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