sábado, 1 de septiembre de 2007

Á bout de souffle


“Es triste dormir, pues separa a las personas. Incluso cuando duermen juntas, se encuentran solas.”

Me gustan las historias de amor del cine de la Nouvelle Vague. Porque mantienen esa ligereza exquisita que te desestabiliza tanto como la cámara que lleva a tus ojos las imágenes. Porque lejos de convertirse en los refritos a los que estamos acostumbrados, y en sosos cuentos románticos y excesivamente cursis , mantienen ese aire de frescura que te pueden hacer enamorar u odiar por siempre aquel extraño sentimiento.

Así es este cine: bivalente, inconsecuente, atrevido. Y así es Á bout de souffle o ‘Al final de la escapada’ de Jean Luc Godard, una cinta maravillosa en la cual el amor es caprichoso, se niega a ser amor. Lo define como un problema, un asunto sin esclarecer, muy filosófico o muy frívolo. Después de cometer un crimen, un hombre busca a su novia y la invita a fugar a Italia, petición que ella rechaza. Él la desea, la busca, le ofrece todo a su manera. Pero la pasión no siempre es correspondida.

“Dos cosas importantes hay en la vida: para los hombres, las mujeres. Para las mujeres, el dinero.”

El dinamismo corre a lo largo del filme, la ausencia de reglas cinematográficas la dotan de un encanto genial, y los diálogos, inteligentes y punzantes, terminan por englobar una obra imperfecta, cualidad en la cual, paradójicamente, reside su perfección.

La última escena es magnífica. Con una cámara en mano, se puede expresar la naturaleza de la película en tres gestos y un corto intercambio de palabras. Todas las sensaciones de ambos personajes, que ellos mismos callaron y se negaron a aceptar, son resumidas en esta secuencia. Realmente una obra maestra imprescindible y entrañable. Verla, es más que obligación.

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