Francia despide a Marcel Marceau con los honores de un gran héroe nacional
Marcel Marceau; gran pantomista que imprimió de silencio a la poesía, falleció el sábado en París. Tenía 84 años.
Un rostro pintado sátiricamente de blanco, zapatos blandos y un sombrero sencillamente maltrecho, en donde una flor roja servía de coronación, fueron testigos fieles de toda la gama de emociones humanas que abarcó en el escenario más de 50 años, sin pronunciar palabra alguna.
Fuera del escenario, un parlanchín connotado.
“Nunca hagas hablar a un mimo. No se detendrá”, decía.
Tan célebre y destacado teatrero no podía serlo sin la mayor inspiración de uno de los mas grandes del comienzo del 7mo arte: Charles Chaplin. Por su parte, Marceau influyó en el trabajo de innumerables artistas, como es el caso del rey del pop, Michael Jackson, quien tomó su famosa “caminata lunar” de un número de Marceau: Caminando contra el viento.
Su edad avanzada no le fue impedimento a la hora de realizar y deleitar con su pasión, sin perder, como era de esperarse, su agilidad y destreza y sin salir de su estilo único. En uno de sus actos más punzantes y cargados de filosofía: “Juventud, madurez, vejez y muerte”, mostraba sin palabras el paso de toda una vida en cuestión de minutos.
“¿Acaso los momentos más conmovedores de nuestra vida no nos encuentran sin palabras?”, preguntó en una ocasión.
Nació el 22 de marzo de 1923, con el nombre de Marcel Mangel, en Estrasburgo. Su padre, Charles, un carnicero que cantaba con la tesitura de barítono, hizo que su hijo conociera el mundo de la música y el teatro desde temprana edad.
El chico adoraba a las estrellas del cine mudo de la época: Chaplin, Buster Keaton y los Hermanos Marx.
Dado que hablaba inglés, fue reclutado como agente de enlace con el ejército del general George S. Patton.
En 1944, el padre de Marceau fue enviado al campo de exterminio de Auschwitz, donde falleció.
“Sí, lloré por él”, recordó Marceau sobre la muerte de su padre. Pero también reflexionó sobre los otros muertos. “Entre los niños quizás estaba un Einstein, un Mozart, alguien que hubiera descubierto una droga contra el cáncer”, dijo a la prensa en el 2000. “Por eso tenemos una gran responsabilidad, la de amarnos los unos a los otros”.
Cuando París fue liberado, comenzó la vida teatral de Marceau, quien se inscribió en la Escuela de Arte Dramático de Charles Dullin, para estudiar con el renombrado mimo Etienne Decroux.
En un pequeño escenario en el Theatre de Poche, buscó perfeccionar el estilo de mimo que con el pasar del tiempo, se convirtió sin lugar a dudas en su sello inconfundible. Y es donde, en su escenario nace Bip, personaje pintoresco de Marceau.
Alguna vez, Marceau dijo que Bip era el álter ego de su creador, un doble de cara triste cuyos ojos se iluminaban con asombro infantil al descubrir el mundo. Bip era un descendiente directo del arlequín del siglo XIX, pero según Marceau, sus gestos de payaso estaban inspirados en Chaplin y Keaton.
Bip, en innumerables ocasiones fue comparado, por el mismo Marceau con un Don Quijote de la era moderna, solo, en un mundo frágil lleno de injusticia y belleza.
Y fue, gracias a su notable don innato de relajar la expresión sensorial del ser humano, que después de una exitosa gira por Estados Unidos, a mediados de la década de los cincuenta, Marceau se ganó la aclamación mundial que hizo de él una estrella internacional.
Simple y llanamente, había revivido el arte de la pantomima.
“Siento que hice por la mímica lo que (Andrés) Segovia hizo por la guitarra, lo que (Pablo) Casals hizo por el cello”, dijo Marceau en una entrevista.
A través de su envejecimiento, Marceau siguió actuando con la misma calidad y agilidad que lo hizo célebre. Además de sus condecoraciones de la Legión de Honor y de numerosos reconocimientos, fue invitado a ser embajador de la buena voluntad de las Naciones Unidas para una conferencia sobre la ancianidad, realizada en el 2002.
“Si uno se detiene cuando tiene 70 u 80 años, no puede seguir adelante”.
Un destacable hombre que hizo, con la pantomima, el arte de poetizar sin palabras, fue un exponente que no solo cultivó la risa sana en el ser humano, sino un mito notable a la hora de subirse al escenario teatral.
1 comentario:
Recuerdo que desde niño contrapuse la imagen del payaso a la del mimo. El primero tan burdo y exagerado; el segundo reflejaba tranquilidad, soledad y hasta melancolía. Y fue con Marceau que conocí a los mimos. Lo veía en canal 13 cuando había alo de programación interesante. Desde hoy, su silencio será doloroso.
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