La obra de Mozart, aunque escasa a comparación de otros compositores, es de tal calidad y celestial subliminación que si el alma de la tierra pudiese oír tan excelsas melodías, sentiría, lloraría y amaría con la música de Mozart.
Esta me eleva hasta un mundo totalmente espiritual, un mundo de eternidad, sin tiempo. Mozart, esta música es algo así como tiempo congelado y convertido en espacio, y por encima, flotando, infinita, una alegría sobrehumana, una eterna risa divina. Dos de mis personajes más admirados y a los cuales considero mis padres intelectuales y hombres irrepetibles en esta dimensión del universo, escribieron:
Friedrich Nietzsche: "El espíritu sereno, claro, tierno y ligero de Mozart, cuya gravedad respira la tranquilidad y no el terror"
Herman Hesse: "Mozart. Eso significa que el mundo tiene un sentido, y nos es perceptible en la metáfora de la música".
A continuación una lista de las obras mas representativas, e imprescindibles para todos aquellos melómanos, que como yo, no pueden concebir la vida, sin este bálsamo maravilloso que es la música que nos cura y purifica la mente y el espíritu.
Las Bodas de Fígaro
La Flauta Mágica
La Sinfonía del Agua
Fantasía en d menor
Die Zauberflöte
Abendempfindung an Laura kv 523
Don Giovanni
Réquiem kv 626
El réquiem de Mozart, me veo obligado como por un grito del alma, a hacer énfasis y profundizar sobre esta obra, quizás la mas importante y mas bella de este compositor. El réquiem, aunque inconcluso, pues Mozart falleció antes de poder terminarlo, representa la expresión musical en su máximo nivel de divinidad y exaltación sobrenatural, y personalmente es considerado por quien escribe estas emocionadas líneas, como una de las cinco obras musicales más prodigiosas, importantes y maravillosas que la humanidad ha tenido el divino privilegio de escuchar.
Pero este Réquiem no es solo famoso por su calidad musical, sino también por su historia, una historia singular y terrible, que es como cuando las fuerzas del destino, en la ironía de nuestra existencia se conjugan para darnos un final solemne y misterioso, pero en donde, sin embargo, la muerte es partícipe y compositora de una bella melodía.
A continuación la historia de La Misa de Réquiem.
En marzo de 1791, Mozart ofreció en Viena uno de sus últimos conciertos públicos; toco el concierto para piano nº 27 (kv 525), obra compleja y ambiciosa, que, pese a la aparente facilidad audible, presenta muchas dificultades, sobre todo interpretativas. Su último hijo Franz Xaver, había nacido el 26 de julio.
La historia, real con pinceladas literarias, refiere que poco antes se presento en su casa un desconocido, vestido completamente de negro, oscuro, que se negó a decir su nombre y que encargó a Mozart la composición de una misa de réquiem en re menor. Le dio un adelanto que el músico acepto y se comprometió a mostrar los avances de la obra en un mes. Sin embargo, Mozart, además de ser perezoso en para trabajar en las obras “de encargo”, fue llamado desde Praga para escribir la ópera La clemenza di Tito, para festejar la coronación de Leopoldo II. Al partir de esa ciudad, acompañado por su esposa Konstanze, el oscuro desconocido se acercó al carruaje que los llevaba, preguntando por su encargo, quedando Mozart, que era bastante supersticioso, asustado por lo inesperado de la aparición del desconocido y por las disculpas que hubo de dar para justificar que no había avanzado en la composición.
Mozart, obsesionado con la idea de la muerte, desde la de su padre, debilitado por la fatiga y la enfermedad, muy sensible a lo sobrenatural por su vinculación con la francmasonería e impresionado por el aspecto del enviado, terminó por creer que éste era un mensajero del Destino y que el réquiem que iba a componer sería para su propio funeral.
Cuando Mozart murió, solo había terminado tres secciones con el coro y el órgano: El introitus, el Kyrie y el Dies Irae. Del resto de la secuencia solo dejó partes instrumentales, el coro, voces solistas, el bajo y órgano incompletos; numerosas anotaciones para su discípulo Franz Xaver Süssmayer, e indicaciones instrumentales y corales en el Domine Jesé y en el Agnus Dei. No había dejado nada escrito para el Sanctus y el Comunio. Süssmayer completó las partes que faltaban de la instrumentación, agregó la música que era estrictamente necesaria y compuso íntegramente el sanctus. Para el comunio, y con la idea de que la mayor parte de la música fuera de su maestro, utilizo los temas del Introitos y el Kyrie, a manera de reexposición, para darle coherencia y autenticidad a la obra.
Mucho mas tarde hubo de saberse que aquel misterioso sujeto era un enviado del conde de Walsegg, cuya esposa había fallecido. El conde viudo deseaba que Mozart compusiese la misa de réquiem para los funerales de su mujer, pero quería hacer creer a los demás que la obra era suya, por eso permanecía en el anonimato.
El estreno de este Réquiem se produjo en Viena el 2 de enero de 1793 en un concierto en beneficio del músico austriaco. Fue interpretado de nuevo el 14 de diciembre 1793, durante la misa que conmemoraba la muerte de la esposa de Walsegg.
En la actualidad esta obra está considerada una de las más geniales que se hayan compuesto en la historia de la música. Y entre las más grandes versiones que de ella se han grabado debemos citar las sensacionales interpretaciones de Sir Georg Solti y Herbert Von Karajan respectivamente, al frente de La Filarmónica de Viena. Al igual que la ocasión en que Ruggero Raimondi Y José Carreras se sumaron a la batuta de Zubin Mchta y el Réquiem fue ejecutado en memoria de todas las personas que perdieron sus vidas en la guerra de Sarajevo; el gran director Kart Böhm también dejó su inolvidable versión de esta obra.
El último viaje de Mozart, lo hubo de efectuar sólo al descender a la oscuridad de la tumba, seguido por su fiel can únicamente, en una tarde de lluvia. ¿Descender a la tumba? o inmortalizarse en la memoria de los dioses de la humanidad, es en definitiva la segunda, doscientos cincuenta años de Mozart y este artículo con tanta emoción escrito, así lo atestiguan.
Aquí les dejo El "Dies Irae" Interpretado por la Sinfónica de Vienna a dirección de Herbert Von Karajan
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